Como pensamos

COMO PENSAMOS

Lugar de Infancia

Cuando nos referimos a “un lugar”, forzosamente se introduce la idea de los límites, de los bordes que lo constituyen como tal. Definirlo impone -entonces- la necesidad de trazar fronteras.

“Lugar” es precisado por nuestro Diccionario como “un espacio que ocupa o puede ocupar” algo o alguien. Y –para nuestro modo de entenderla- la infancia necesita, precisamente, que se le dé un lugar, que se le haga lugar. Y –más aún- la infancia es un espacio que los bebés o los niños pueden o no habitar.

Espacio/ lugar que se conquista sólo cuando hay un Otro que espera a alguien ahí. Y, si ese Otro lo espera, es porque ese “alguien” es supuesto como sujeto, con condiciones y atributos que lo hacen capaz de ocupar ese lugar. Y, si lo espera, es también porque lo desea allí: ocupándose de ser bebé o niño, recorriendo y revelando su infancia.


Pero ocurre que hay sucesos tramados en una historia familiar que excluyen o amenazan la posibilidad de que –a un bebé, a un niño- se les done ese lugar, y por consiguiente, jamás les sea posible disfrutarlo y menos aún instalarse en él. Hechos que arrasan con las condiciones para que un niño se torne un sujeto infantil.
La exclusión social, la guerra, el portar alguna forma de déficit, pueden ser consideradas entre tales situaciones con posibles efectos devastadores de la infancia.

Son los obstáculos que aparecen en el desarrollo infantil los que nos ocupan específicamente como Equipo clínico-interdisciplinario, porque en ellos se centra nuestro trabajo y nuestra reflexión, nuestra investigación y nuestra formación. A sabiendas de que nuestras intervenciones terapéuticas también condicionan y afectan a la infancia.